viernes, 27 de julio de 2012

CRISIS Y CAMBIO por María Inés Caparrós

Se ha dicho alguna vez...que la experiencia cotidiana, es una experiencia dramática, donde lo inmediato, es experimentado como una acción-interacción de personajes en relación, mundo en movimiento.

La vida, es siempre experiencia con otros y con uno mismo, en escenas de relación y vinculación, conformándose en nuestra interioridad, todo un paisaje de personas, formas, colores y demás sentidos.

La primera relación con el mundo se establece con las necesidades corporales. En ese interjuego cuerpo-mundo, surge la primera escala de valores, la primera concepción de la realidad.

Se establecen así los primeros vínculos –buenos o malos- con el entorno. La necesidad y su exigencia en satisfacerla aparecen en ese mundo circundante para dar respuesta.

Al hablar de necesidades, nos planteamos acciones en función de las mismas, generando un movimiento contradictorio entre presente y futuro.

En una sociedad vertiginosamente cambiante como la nuestra, existe sin lugar a dudas, el peligro de desviaciones en la adaptación a la realidad.

En el plano de las representaciones sociales, los discursos en los medios masivos de comunicación, la palabra “crisis” surge arrolladora, convertida en un referente universal y omnipresente donde todo lo justifica y todo lo explica, a riesgo de toda posibilidad de conciencia e intentos de resolución y cambio.

A partir de aquí, las preguntas: ¿Crisis? ¿De qué o de quién? ¿Crisis de las organizaciones, crisis de los sujetos?¿Las crisis en las relaciones sociales implican necesariamente crisis en los sujetos? Y de ser así ¿En qué aspectos, afectan a los mismos las crisis sociales y qué nos dice esto acerca de sus psiquismo?

A los interrogantes antes mencionados surgen otros: ¿Cuál es la relación entre subjetividad y crisis – crisis y salud?

Desde este modelo de pensamiento, toda situación de crisis se asocia con ruptura, discontinuidad súbita, desestructuración de un orden previo. Lo súbito de la discontinuidad, de la quiebra, introduce un carácter muchas veces explosivo y violento, coherente con la tensión extrema de las contradicciones y otras veces, pasivo, alienante.

Desde una posición negativista y unilateral se condena a dicho proceso como un acontecer caótico y destructivo. “Crisis” se asocia así a vacío, abismo infinito, imposibilitado a gestar nuevas formas, despojando así sus potenciales creativos y de crecimiento, alimentando el Temor y la Resistencia a los procesos de cambio.

La pérdida masiva de los referentes, la Identidad; aquello que formaba parte de “Ser en el mundo”,se vive como insatisfactorio en una multiplicidad de hechos que se ve dificultado para procesar y simbolizar.

Emerge así la angustia y con ella la parálisis, la enfermedad como único modo de adecuarse pasivamente a esa realidad, como defensa o “frontera” ante la vivencia de fragmentación o desintegración “del yo” en una aniquilación fantaseada, entre pérdida y ataque, confusión y ambigüedad, melancolía y tristeza.

En un contexto así expresado y por lo tanto experimentado, aumenta el escepticismo con la consecuente carencia y fragilidad de proyectos; ausencia de expectativas de cambio. El Ser se desconoce a Sí Mismo y en sus Potencialidades Creadoras, que le resultan ajenas o son vividas como inexistentes.

Al intentar pensar acerca del ¿por qué? ¿Cuál fue su principio o si tiene fin? La respuesta se torna vacía, inconclusa, porque buscamos respuestas mentales que surgen de razonamientos lógicos y lineales entre pasado, presente y futuro ya conocidos y no desde un Aquí y Ahora, donde pasado – presente y futuro se unifican en un Ahora concreto, circular y ascendente, dialécticamente espiralado.

Es muy sanador repetir el concepto de un “Aquí y Ahora” ya no lineal y asincrónico con respecto al tiempo y a las causas, para integrar todas nuestras situaciones emocionales y todos nuestros cuerpos sin desperdiciar nuestra energía mental.

Desde esta conciencia vivimos integrando permanentemente y nos guía a un factor más importante aún de la situación “crisis = cambio” y es El Poder Creador del Pensamiento. Este poder es el factor más potente y fundamental de la Vida Humana.

El dicho: -“El pensamiento son cosas tangibles”- es una verdad indiscutible. Cada vez que pensamos en algo creamos Formas que pueden convertirse en una fuerza viviente.

El paso próximo es: “La Actividad del Pensamiento Creador” que se viste así mismo con la substancia del Deseo y la Emoción. Esto tiene dos efectos: 1ª, que puede conducirnos a la consecuente acción generando Proactividad en el sujeto y 2º, las formas de pensamiento que no se ponen en acción inmediata, se almacenan en la memoria, como normas para uso futuro, apareciendo después como realidades físicas en nuestro medio circundante, haciéndolo agradable o desagradable de acuerdo con el pensamiento que lo creó.

No olvidemos que en la Vida, cada experiencia crítica que no tuvo su posibilidad de cambio, de transformación, es una experiencia inconclusa que está contrayendo una deuda emocional, que necesita ser cerrada, reparada o concluida.

El Ser, como contenido, y el Cuerpo, como continente emocional, requieren ese cierre; ese grito que no se gritó; las lágrimas que no se lloraron; el dolor que se resistió o negó.

Una y otra vez la rueda de la Vida abrirá esa grieta, esa herida que no sanó, dándonos la posibilidad de cambio, de crecimiento, de final y principio, en donde todo Temor y Ansiedad sobre el futuro desaparecerá lográndonos hacer sentir más confiados, calmados y equilibrados y afrontar así con éxito situaciones nuevas ya no desde el fracaso, sino desde el éxito.

Nos queda ahora volver al interrogante inicial, a esa relación entre Subjetividad y Crisis – Crisis y Salud, para, a partir de allí, iniciar un nuevo recorrido e identificar, a partir de un acto creador y epigenético, ese paradigma limitante que decidía por nosotros, y así poder Elegir como queremos Vivir, teniendo un contacto directo con nuestra Esencia, nuestro “ser en el mundo” y una mejor relación personal “Con Uno Mismo”.

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