jueves, 7 de marzo de 2013

LOS SIETE PILARES DEL BIENESTAR


Nacemos con un capital o una herencia de salud. Saber usarlo, mejorarlo y trasmitirlo es un ARTE.

Hay personas que pueden coger un ligero resfriado pero raramente caen victimas de una gripe fuerte, un cólico nefrítico o un dolor incapacitante. Muchos de ellos se mantienen en perfecto estado de salud hasta una edad avanzada sin tomar medicamentos. Sin duda la herencia influye en ello, pero también lo hacen los hábitos adquiridos en la infancia y el estilo de vida que se lleva de adulto.

Los rasgos comunes más significativos entre las personas longevas y sanas parecen ser los siguientes:

1. MODERACIÓN EN LA MESA

Desde que en la década de 1930 se hicieron los primeros experimentos con animales, se sabe que moderar la ingesta de alimentos alarga la vida y reduce la incidencia de las enfermedades. Pese a ello, ha habido siempre una resistencia a aceptar que lo que es cierto en los animales de laboratorio lo sea también para los humanos. La razón es que entre nosotros todavía pesa el prejuicio según el cual la abundancia de alimentos es sinónimo de bienestar.

Sin embargo, estudios recientes realizados con personas muestras que una reducción en el consumo de calorías disminuye la incidencia de los problemas de salud relacionados con el envejecimiento como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y el Alzheimer.

Los participantes en un estudio que recortaron en un cuarto las raciones que consumían habitualmente bajaron sus tasas de colesterol LDL o "malo", los triglicéridos y la presión arterial.

Estos son buenos argumentos para moderar la cantidad de calorías que aporta la dieta. Se puede empezar reduciendo la presencia de azúcar y harinas blancas. Asimismo  el exceso de carne y grasas conduce a una obesidad de la que es difícil dar marcha atrás, pues los mecanismos de regulación del peso, del apetito y la Sociedad tienden a estabilizarse en los niveles más altos, mientras los órganos digestivos se agrandan y piden ser llenados en cada comida.

2.- RESPIRAR PLÁCIDAMENTE

Los órganos digestivos grandes, a su vez, restringen la movilidad del diafragma. Y este es uno de los factores que dificultan la respiración correcta, otra de las claves de la salud.

El ritmo de la respiración es un movimiento con efectos sutiles de los que dependen la armonía del ser entero. Conecta todos los sistemas y no es casual que la respiración sea la base de técnicas como el yoga, el taichi, o el chikung.

Cuando se inspira movilizando el diafragma, su descenso expandir el abdomen y la respiración se torna más profunda, pausada y amplia. Como resultado, se siente más energía, aumenta la secreción de endorfinas, las hormonas del bienestar, la capacidad de concentración y la de conectar con las emociones propias y ajenas.

Conviene entrenar el movimiento respiratorio porque su potencial disminuye a partir de los 60 años. Un buen ejercicio consiste en inspirar e imaginar que el aire se distribuye por las manos notando cómo se llenan de energía, y a continuación espirar. Con cada respiración se puede percibir una parte del cuerpo.

3.- NO ESTRESARSE

Son multitud los estudios que vinculan el estrés con un funcionamiento ineficaz del sistema inmunitario. La ansiedad aumenta las probabilidades de contraer una infección vírica o bacteriana. También parece estar implicada en diversos trastornos y enfermedades, desde el dolor de espalda al síndrome de colon irritable. Conocer y practicar alguna técnica de control del estrés resulta por tanto una buena medida de salud.

Por otra parte, el humor resulta esencial. Cada noche, antes de dormir, se puede valorar si a lo largo del día se ha reído lo suficiente. Si la impresión, es que no, la respuesta debería ser introducir más sentido del humor en la vida. La actitud es fundamental en este sentido. Ciertamente, no es fácil modificarla, pero no podemos elegir qué tipo de conversaciones sostener y a qué dar prioridad.

4.- TENER UNA BUENA RELACIÓN CON LAS BACTERIAS

Del equilibrio entre millones de bacterias que habitan en nuestro  cuerpo depende en gran medida la salud. Aún se sabe muy poco sobre cómo actuar para que la flora intestinal tenga la composición correcta, y se ha comprobado que varía en cada persona. Pero los expertos sugieren algunas pautas: no tomar antibióticos a menos que resulte estrictamente necesario y consumir abundantes alimentos que favorezcan la multiplicación de las bacterias beneficiosas, como las frutas y hortalizas ricas en fibra (prebióticos), que resultan más eficaces incluso que los probióticos, como el yogur o el chucrut. Una flora intestinal en buen estado implica que se maximiza la absorción de nutrientes, se elimina toxinas y no se permite la instauración de microorganismos patógenos.

Asimismo, es importante que el sistema inmunitario pueda ejercitarse tomando contacto con las bacterias que se encuentran normalmente en el entorno, sobre todo en la tierra. Diversos estudios muestran que las personas que viven en granjas tienen un sistema inmunitario más equilibrado, menos propenso a las alergías y a las infecciones repetidas que los habitantes de las ciudades. Un hallazgo de la Universidad de California (Estados Unidos) muestra la importante función que desempeñan las bacterias: cuántas más se encuentran en la piel, menos suelen ser los síntomas de inflamación.

5.- CAMINAR CADA DÍA

Mientras que los animales están obligados a ir de un lado para otro a fin de conseguir alimento, a muchos seres humanos modernos les basta con acudir a su cocina o a su restaurante cercano.

Por muy sano que se coma, si no se ha estimulado el cuerpo a través del ejercicio, los alimentos no van a producir los efectos deseables, al contrario, pueden convertirse en un problema. Cuando se ejercita el cuerpo se activan todos los sistemas, desde el circulatorio al nervioso, pasando por el endocrino y el inmunitario. El efecto llega hasta cada una de los millones de células del organismo.

Caminando, el sistema inmuno-esquelético se fortalece; en cambio, sentado o de pie puede sufrir.

El tipo de movimiento más natural, sano y recomendable es caminar. Si un trayecto se puede hacer a pie, mejor no pensárselo dos veces. De este modo la actividad puede incorporarse a la vida. cotidiana renunciando a los transportes motorizados en lo posible. Todavía resulta más beneficioso andar en plena naturaleza. El calzado debe ser cómodo para permitir caminar a paso ligero.

Es importante que el caminar se acompañe de una respiración que renueve el aire por completo. Para ello es útil que la espiración sea más larga que la inspiración. En la práctica, esto significa, por ejemplo, que al inspirar se dan tres pasos, al espirar se pueden alcanzar seis.

6.- ACEPTAR EL CALOR Y EL FRÍO

El espectro de temperatura apto para el ser humano se cifra entre 7 y 23 grados centígrados. Todo lo que está por debajo o por encima exige un esfuerzo extra al cuerpo. Sin embargo, cuando este trabajo añadido es ocasional tiene efectos beneficiosos porque activa los sistemas fisiológicos y las capacidades de respuesta. Como consecuencia, ante una situación de estrés, el ataque de un virus, un traumatismo u otra amenaza para la salud se podrá actuar adecuadamente.

Galina Shatalova, una doctora hoy nonagenaria que en su día entrenó a los cosmonautas rusos, recomienda baños de agua fríos y calientes, tanto en casa como en el mar, ríos y lagos, así como baños de aire. Las personas mayores y los enfermos no deben exagerar las exposiciones y deben empezar gradualmente. Para curtirse frente al calor recomienda los baños de vapor y la sauna.

7.- DORMIR Y DESCANSAR BIEN

La deficiencia de sueño en cantidad o calidad tiene la mismas o peores efectos que el estrés, pero en general se está menos dispuesto a reconocer que se tiene un problema. El cuerpo agotado incrementa la producción de la hormona cortisol, que produce la sensación de disponer energía, pero al precio de que no se llevan a cabo correctamente los procesos de autorreparación de los tejidos. Con el tiempo esta carencia puede favorecer el desarrollo de diferentes enfermedades. Un estudio de la Universidad de California ha demostrado que la falta de descanso disminuye la eficacia del sistema inmunitario.

La señal de que se ha dormido el tiempo adecuado y profundamente es despertarse descansado y con energía par empezar la jornada, a menudo justo antes de que suene el despertador.

Manuel Núñez y Claudina Navarro

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