miércoles, 25 de septiembre de 2013

LAS TRES ETAPAS DE LA VIDA DE LA MUJER

Existen tres fases en la vida de cada mujer que están representadas por la doncella, la madre y la anciana. O lo que es lo mismo; la mujer joven, la madura y la sabia. Los arquetipos de la diosa que hay en nuestro interior se activan con cada cambio proporcionando energía y transmitiendo sensación de autenticidad.

Considero la doncella, la madre y la anciana las tres facetas de la diosa tripartita, los estadios de vida de una mujer. La mayoría de las mujeres pasan la primera etapa sin comprometerse y se dedican a catar la vida cambiando de trabajo y estudios o probando y descartando relaciones. El arquetipo es el de la puella eterna, la eterna niña. Con el control de la natalidad y la autonomía que tienen hoy la mayoría de las jóvenes, esta fase puede prolongarse décadas, hasta alcanzar la edad en la que antiguamente las mujeres se convertían en madres. Y pueden permanecer en la fase de doncella incluso cuando se convierten en madres biológicas si no son maternales, responsables o maduras.

A veces me refiero a esas facetas como "mujer joven", "mujer madura" y "mujer sabia" para demostrar que no hace falta que una mujer se convierta en madre en la segunda fase. En esta, las mujeres toman compromisos y, al asumirlos, maduran. Puede ser con una persona, una profesión, una causa o un talento algo que sea importante en el ámbito personal. Los hijos (y cualquier compromiso significativo) conllevan más esfuerzo y devoción de los que la mayoría espera, al tiempo que son una fuente de alegría y sufrimiento, y un impulso para el crecimiento y la creatividad. Esta segunda etapa es la de la entrega y el esfuerzo activo.

La mayoría de las mujeres entra en la etapa de la mujer sabía solo después de haberse apartado de las preocupaciones de la anterior y de haberse retraído en sí mismas. Los cambios hormonales y los síntomas de la menopausia a menudo hacen que entendamos la entrada en esta etapa de manera fisiológica (si bien el cese de la menstruación no implica convertirse en una mujer sabía). Los estadios psicológicos de la doncella, la madre y la anciana ya no están estrictamente relacionados con la edad. Por ejemplo, las mujeres que han tenido o han adoptado a sus hijos tarde respecto a su edad fértil siguen muy ocupadas con sus compromisos de la segunda etapa, entran en la menopausia con los hijos en educación primaria o iniciando la adolescencia, y puede que deseen replegarse en sí mismas justo cuando los demás les reclaman una mayor atención. Con el inicio de la menopausia, cada acontecimiento provocará cambios profundos tanto en su psique, como en el cuerpo.

Cuando una nueva etapa de la vida activa sus arquetipos, lo hace con vitalidad y energía. Y cuanto más nos conozcamos, más fácil activarlos. Cuanto más despierten nuestro interés, y cuanto más simbolicen la madurez de nuestros propósitos y pensamientos, más calarán en nuestro interior. Cuando oigo a una mujer llamar a sus sofocos "olas de energía", me choca que nuestro sentido del humor supere a la actitud vagamente aprensiva que mostramos hacia la menopausia ¿qué pasaría si cada vez que una mujer tuviera un sofoco, sintiera realmente una ola de energía (como si sus arquetipos de sabiduría y autoridad interior fueran activados)?

¿Cómo se llega a ser una mujer mayor fresca y esplendorosa? Creo que esta expresión describe con gran acierto los años de vejez de una mujer que ha integrado los arquetipos y las tareas de doncella y madre en su personalidad. Hay algo sólido en esa manera de ser una mujer adulta cuya vida ha dado frutos a través tanto del cultivo y la poda como de la templanza y el trabajo; sabe por experiencia que para plantar y dejar crecer nuevas posibilidades para sí misma o para los demás se necesitan empeño y amor.

La mujer mayor fresca y esplendorosa ha vivido lo suficiente para implicarse en compromisos entusiastas y llevar adelante su vida como un proyecto pleno de sentido. Para ello es necesario saber quienes somos en nuestro interior, y creer que nuestros actos son la reflexión, o expresión verdadera de nuestro auténtico yo.

Ser una mujer que realiza sus propias elecciones en la tercera etapa de su vida significa que lo que decidimos hacer o ser debe estar en consonancia con nuestra genuina personalidad anímica. En este caso, lo que hagamos con nuestra vida tendrá sentido, y lo sabremos en el fondo de nuestro ser. A nadie más le resultará posible conocer esa verdad interior o juzgarla, sobre todo teniendo en cuenta que el mismo papel y el mismo conjunto de circunstancias puede satisfacer a una mujer y reprimir a otra. Las razones que lo explican se entienden a través de los arquetipos del inconsciente colectivo. Cuando la base para escoger un papel determinado nos la proporciona un arquetipo activo en lugar de una expectativa externa, se trata de una elección profunda.

Una mujer mayor, fresca y esplendorosa lleva una vida gratificante. Puede que nosotras también alcancemos esta clase de vida con ayuda de la intuición y la gracia divina. Sin embargo, para una mujer mayor de hoy, una vida gratificante generalmente implica tomar decisiones y correr riesgos. Las obligaciones y exigencias abarcan prácticamente toda nuestra vida. Debemos solventar los conflictos entre nuestras distintas lealtades, sin perder de vista las circunstancias y limitaciones con las que no habíamos contado, incluyendo la reacción de los que se enfaden con nosotras por no estar a la altura de sus expectativas.

Las mujeres se vuelven más fieles a sí mismas después de la menopausía, no solo porque se hacen mayores, sino porque las circunstancias cambian. Los hijos crecen y abandonan el hogar; y con la edad, el matrimonio requiere trazos de compañerismo. La muerte de uno de los padres puede liberarnos del sentimiento de culpa o de la dedicación que debemos prestarles. Cabe la posibilidad de que nos enamoremos y cambiemos nuestro estilo de vida. A lo mejor nuestra actividad profesional empieza a decaer. Igual empezamos a practicar la meditación espiritual. Quizá la psicoterapia es la que nos hace replantearnos la vida, o una enfermedad puede ser el momento decisivo que nos libere y nos permita descubrir lo que en realidad tiene sentido para nosotras y nutre el alma.

Cuando nos consideramos mujeres con capacidad de realizar nuestras propias elecciones, estamos aceptando el papel e protagonistas de la historia de nuestras vidas. Somos conscientes de que lo que escojamos hacer, o no hacer, tendrá consecuencias. Aprendamos que cuando las circunstancias son inevitables, incluso terribles, nuestra reacción íntima es una opción fundamental.

Jean Shinoda Bolen
Doctora Psiquiatra.
Este artículo está extraído y
adaptado de su libro 
"Las Diosas de la mujer madura"
(Kairós)

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