domingo, 12 de enero de 2014

ZEN EL CAMINO DEL INSTANTE PRESENTE

La gran sabiduría no tiene por qué provenir de una fuente oscura e inalcanzable, al contrario. La práctica del zen nos enseña que concentrarse en las cosas pequeñas y cotidianas puede ser la clave para encontrar pequeños retazos de iluminación que nos permitan disfrutar de una existencia más consciente y armónica.

Hace mil quinientos años, un monje llamado Bodhidharma llegó a China proveniente de una pequeña cueva y permaneció allí, en silencio, soportando el frío del invierno y las picaduras de los mosquitos en verano, durante nueve años. La leyenda dice que su sombra quedó grabada en la pared de la cueva. Mil años antes, y a más de mil kilómetros de allí Siddhartha Gotama había hecho algo parecido: se sentó a meditar bajo un árbol en Bihar, en la India, y "despertó"; es decir, encontró la iluminación. Buda, "el despierto", dudó entonces entre permanecer en su estado de gracia o salir al mundo y ayudar a otros seres humanos a alcanzarlo. Por supuesto que decidió lo segundo: había nacido el budismo.

Buda ofreció entonces un sermón en el que se condensa lo esencial de su doctrina, formulada en cuatro nobles verdades.

La Noble Verdad del Sufrimiento constata que la vida contiene sufrimiento físico, mental y emocional.

La Noble Verdad del Origen del Sufrimiento, centrado en el anhelo de satisfacer los deseos materiales.

La Noble Verdad de la Extinción del Sufrimiento, que consiste en anular dichos deseos, lo que implica luchar contra uno mismo.

Y la Noble Verdad del Sendero que lleva a la Extinción del Sufrimiento, que muestra cómo llegar al nirvana, es decir, al estado de liberación.

Ese camino es representado por la rueda del dharma, palabra de raíz sánscrita que alude al conjunto de procesos que rigen la vida cósmica, las leyes del Universo.  Incluye la sabiduría, la conducta ética y el entrenamiento de la mente y el corazón mediante la meditación. De la palabra sánscrita que designa la meditación, dhyana, derivaría posteriormente el término chino chán, cuya pronunciación en japonés derivaría  en zen.

Es muy posible que esta historia sea una leyenda, de modo que Bodhidharma sea la personificación de una serie de viajeros que llevaron a China las inquietudes espirituales que habían encontrado en la India, fuente de la tradición oriental. Lo cierto es que tanto la tradición como la historia registran en ese momento y lugar el nacimiento del zen, un sistema de enseñanza del budismo o, para ser mas precisos, de una de las grandes escuelas del budismo, el mahayana - palabra de origen sánscrito que significa  "gran vehículo" - , una corriente surgida en el sur de la India hacia el siglo I y que pone el acento en la llamada vía activa para buscar la salvación de la humanidad.

Cuentan que, cuando Bodhidarma llegó a China fue a visitar al emperador, quien le dijo: "He ordenado construir numerosos templos, he reunido multitud de monjes, he hecho traducir innumerables sutras. Pienso que habré adquirido méritos". El monje le respondió: "Ninguno". El emperador preguntó entonces: ¿Cuál es la esencia del budismo?. La respuesta fue: "Nada". El emperador insistió: puede hacer lo que yo?". Bodhidharma respondió: "No lo se". Y es que los verdaderos sabios hablan poco. El silencio es, de hecho, una de las esencias del zen, y cuando se rompe es para pronunciar breves frases que pueden parecer enigmáticas, incluso absurdas, porque no siguen una lógica intelectual, más bien están construidas sobre la intuición y suelen responder no tanto a la pregunta formulada sino a las inquietudes que la pregunta lleva implícitas. Por eso, las respuestas de los maestros son incomprensibles para el discípulo que inicia su camino, luego parecen difíciles, empiezan a adivinarse hacia el final del aprendizaje y solo son plenamente asimiladas por unos pocos.

¿En que consiste pues el zen? El maestro Deshimaru explica que el secreto consiste en sentarse sin finalidad alguna en una posición de gran concentración. A esta práctica se le denomina zazen, ya que za significa "sentarse". El zen está más allá de la mera conceptualización, es una experiencia que debe sadquirirse con la práctica y no un concepto que puede estudiarse o analizarse. Esta es la aproximación de la llamada escuela Soto, más fiel a la tradición china, y que ha tenido mayor difusión en Occidente.

La otra gran escuela japonesa de zen es la escuela Rinzai, que complementa la meditación con una atención especial a los koans - pronunciación japonesa del término chino gong'an - pequeños diálogos entre maestro y discípulo que se recogieron por escrito y que sirven como base para la reflexión.

Para ambas escuelas, el zen supone una liberación, pero no en el sentido de oponerse a algo que nos oprime o controla, que es como tendemos a verlo con mentalidad occidental, sino en el sentido activo de ser libre al actuar. Para ello debemos volver al origen, comprendernos a nosotros mismos en el momento presente, lo que implica dejar de preocuparnos por el pasado o el futuro, centrarnos en el aquí y ahora. Ni siquiera debemos proponernos alcanzar el satori, el despertar, este llegará como una consecuencia natural de nuestros actos. Un maestro explicó así su vivencia del zen: "Yo cuando como, como, y cuando duermo, duermo". Sus discípulos replicaron: "Pero maestro, eso lo hacemos todos". Y él contestó: "No. Yo cuando como, solo como; y cuando duermo solo duermo". ¿Cómo podemos practicar el zazen? Dos cuestiones son esenciales: la posición y la respiración. Habitualmente se utiliza un pequeño cojín redondo llamado zafu para sentarse en una de las tres posiciones básicas: la del loto, la del medio loto o cruzando las piernas y apoyando las rodillas en el suelo con firmeza. 

En la posición del loto, los pies se colocan sobre los muslos de modo que presionan zonas en las que se se sitúan los principales puntos de acupuntura  - hígado, vesícula y riñón - , centros de energía que los samuráis estimulaban al montar a caballo. La espalda debe permanecer recta y la pelvis hacia delante; el mentón hundido, la nuca erguida y el vientre relajado. De este modo se reproduce la gran triada: el hombre entre el cielo y la tierra.

En cuanto a las manos, la derecha se coloca sobre el pie izquierdo, con la palma hacia arriba, y la izquierda encima, en la misma posición, dejando que la punta de los pulgares se toquen levemente, esta posición reproduce el mudra cósmico. Los mudras son posiciones de las manos que generan un flujo de energía con el fin de contactar con nuestro interior y nuestra conciencia, y para equilibrar aspectos físicos, mentales o morales.

El segundo factor clave es la respiración, que debe tender a la lentitud, especialmente en la espiración. Es preciso concentrarse para realizarla de forma lenta, larga y profunda, provocando de esta forma un masaje de los órganos internos. No se debe controlar la respiración, solo permitir que el aire fluya. Poco a poco, el ritmo se irá espaciando.

A partir de ahí, la concentración es determinante. El verdadero zazen se practica sin objetivo, no es preciso estudiar textos profundos o antiguos tratados ni buscar su esencia en templos japoneses. Los sutras, las ceremonias, las imágenes de Buda ... todo es circunstancial y accesorio. La esencia del zen está en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu, en cada momento, en cada lugar.

El camino de Satori no se aprende, debe ser experimentado por cada uno. Puede ser un fugaz momento de lucidez o una iluminación total, eso dependerá de la capacidad de cada cual para abandonarse al vacío. 

"No vivimos por nosotros mismos dice un maestro,
somos vividos por el sistema cósmico"

Expresión intensa y viva del zen son las artes tradicionales japonesas. El arte en Japón se caracteriza por su pureza, intensidad y nitidez, y por el hecho de ser la expresión más profunda de una sobria espiritualidad. Es significativo que casi todas las artes japonesas incluyan en su nombre el término do, que significa "camino": aikido o camino de la autodefensa, shodo o camino de la caligrafía, kado o camino de las flores....

La ceremonia del té podría ser un ritual que expresa la esencia del zen de un modo más puro. El sado, caino del té, puede llegar a durar cuatro horas y su estudio incluye los tipos de té, la caligrafía, el arreglo floral o ikebana, la cerámica, el incienso, el kimono y otras muchas artes tradicionales, lo que supone años de aprendizaje y práctica, en ocasiones incluso toda una vida.

Y esa es precisamente la enseñanza básica del zen: una vez que iniciamos el camino, el camino mismo es nuestro objetivo. Podemos encontrar retazos de iluminación en cada tramo e integrarlos en nuestro devenir diario: concentrarnos en lo que hacemos y hacerlo de modo pleno; meditar, en la posición del loto o mientras barremos; ayudar a los demás y simplificar nuestra vida apartando esa multitud de cosas superfluas que nos alejan de la armonía con el cosmos.

Jesús García Blanca
Escritor e investigador 
especialista en salud 
ecológica y educación.

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