lunes, 26 de septiembre de 2011

CUANDO MEDITAR


La práctica diaria de la meditación
 
A lo largo de los siglos, Oriente ha desarrollado diferentes tipos de meditación, y aquellos que mejor se adaptan al estilo de vida y la mentalidad occidental se encuentran detallados en los capítulos siguientes. Pero todos comparten ciertas indicaciones sobre la postura, los mudras (los gestos que se realizan con las manos), la respiración, el espacio donde se medita, la regularidad de la práctica y la duración de los ejercicios de meditación.
 
No es recomendable iniciarse en la práctica diaria de la meditación sin conocer a fondo estas pautas, porque ellas no son limitaciones que se imponen a la práctica de la meditación, sino que son la forma de optimizar al máximo la intensidad y profundidad de ésta.
 
¿Hay que meditar todos los días?
 
La meditación es un estilo de vida. Es una forma de encarar la vida. No es algo que podemos hacer a veces sí y a veces no.
 
Pero tampoco es una obligación, ni una responsabilidad. No es un compromiso. Nadie ni nada nos obliga a meditar: nosotros elegimos recorrer este camino, y debemos encontrar dentro de nosotros mismos la fuerza para superar los obstáculos que se nos presenten.
 
Es decir que la constancia es imprescindible. La meditación resulta beneficiosa cuando es un hábito. Practicarla regularmente es la única forma de vencer al estrés y las tensiones. El mundo nos bombardea constantemente con problemas que pueden desequilibrarnos, y si queremos combatirlos, nuestro espíritu debe fortalecerse. Hay que pensar en la meditación como los obreros que van construyendo una poderosa muralla que defenderá a nuestro interior de las agresiones que provienen de afuera. Si la edificación de esta muralla avanza a paso sostenido, nos volvemos más fuertes cada día. La energía negativa embiste contra nosotros y trata de hacer huecos en esta muralla, para poder colarse en nuestro interior.
 
Ahora bien: si bajamos nuestra guardia, no habrá nadie que arregle el hueco. La energía negativa nos invadirá y, ya en nuestro interior, podrá expandirse por todo nuestro Ser. Todo lo que habíamos logrado hasta ese momento empezará a perderse. Y recuperar el terreno perdido será muy difícil.
 
La meditación debe ser diaria, porque nuestra alma necesita conectarse con el Universo todos lo días. Alcanzar la plenitud toma tiempo, trabajo y esfuerzo: no se logra con la primera serie de ejercicios. Cada día avanzamos un poco más, nos acercamos un poco más a la meta. Dejar pasar un día es igual a dar un paso hacia atrás, algo que además nos desanima muchísimo, y así nace en nosotros la tentación de no meditar tampoco al día siguiente, ni al otro, ni al otro. Se produce un efecto de "bola de nieve"; los problemas se van acumulando, la claridad se va perdiendo, el equilibrio se desmorona.
 
Pero meditar no es un peso. Quien recién se inicia en la práctica de la meditación probablemente se encuentre con varios obstáculos. Quizás no logre concentrarse bien las primeras veces, o no encuentre la forma de librar su mente de todo pensamiento, o se encuentre incómodo asumiendo la postura corporal indicada. Esto es porque nuestro cuerpo y nuestra mente no están acostumbrados al silencio. Lo que necesitamos hacer, entonces, es perseverar.
 
¿Cuáles son los motivos más comunes por los que nos vemos tentados a dejar pasar, al menos por un día, la práctica de la meditación?
 
Básicamente, dos:
 
1)  impaciencia: nuestra mente y nuestro cuerpo están acostumbrados al movimiento. Así, los ejercicios de meditación pueden parecer al principio bastante aburridos, demasiado largos, sin beneficios claros. Las primeras sesiones son sin dudas las más difíciles de sortear, porque esperamos resultados inmediatos, una exigencia típica en nuestra vida moderna. Pero la meditación trabaja a otro ritmo. No hay que olvidar que, justamente, practicar meditación es una forma de aprender a ser más paciente.
 
2) Miedo: meditar es conocerse. Y no hay nada más atemorizante que mirar adentro nuestro. "¿Qué pasa si no me gusto?", se pregunta mucha gente. El miedo es muy paralizante: si le tememos a algo, tratamos de evitarlo. Meditar es enfrentarnos con este miedo primordial. La clave para superarlo es recordar en todo momento que gracias a la meditación podremos acceder a un estado de armonía donde sentiremos paz y estaremos en comunión con el Universo. Si mantenemos en mente este objetivo final obtendremos el valor necesario para continuar meditando cada nuevo día.
 
Con el paso del tiempo, la práctica nos ayudará a superar cualquier obstáculo que surja, porque veremos cómo nuestra vida se va modificando poco a poco gracias a la claridad que otorga la meditación.
 
Cuando la sensación de plenitud aparezca en nuestros corazones, veremos cuánto hace por nosotros la práctica diaria y regular de la meditación. Entonces, meditar ya no será una obligación. Será parte de nuestra rutina diaria, algo que hacemos porque sabemos que nos hace bien, y que ya no nos cuesta llevar a cabo.

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