lunes, 26 de septiembre de 2011

BENEFICIOS PARA EL CUERPO FÍSICO

Más energía

¿Cómo puede ser que la meditación nos brinde más energía? Si no es más que estarse sentado, en silencio, sin hacer nada, incluso tratando de no pensar en nada... pues, mientras dormimos tampoco "hacemos nada"... Y, sin embargo, todos sabemos que cuando estamos cansados, lo único que tenemos que hacer para obtener más energía es dormir un poco.

Meditar es tomarse un tiempo lejos de todo lo que nos quita energía. Los problemas nos la quitan. El miedo, el dolor, la tristeza, todos los sentimientos positivos consumen energía a rápida velocidad. Meditar es una forma de relajación y por lo tanto es una forma de llenarnos de la vitalidad que perdemos al estar desconectados con nuestro Ser interior.

Existen pruebas científicas de que durante la meditación el cuerpo se llena de energía. El ritmo cardíaco y respiratorio disminuye durante la meditación; por lo tanto, las células que trabajan en nuestro corazón, pulmones y sistema sanguíneo en general, trabajan menos. Para funcionar, las células consumen el oxígeno que respiramos (es su combustible); el proceso por el cual hacen esto se llama metabolismo. Cuando el consumo metabólico se reduce, las células descansan, y tienen tiempo para regenerarse. Una vez que acabamos de meditar y regresamos a nuestras actividades diarias, contamos con más y más descansadas células, que pueden trabajar más y mejor.

Dicho en pocas palabras: meditar es suspender por un momento el consumo de energía y, al mismo tiempo, producir más.

Mejora la salud del corazón y los pulmones

La íntima relación que existe entre la mente y el cuerpo hace que la calma y el equilibrio que nos puede brindar la meditación también tenga efectos físicos concretos. El más claro de todos tiene que ver con las consecuencias principales del estrés: los problemas cardíacos y respiratorios.

Los latidos de nuestro corazón se aceleran cuando las preocupaciones nos agobian. Pueden llegar a tomar una velocidad que produce dolor de pecho o, en casos extremos, fallas cardíacas. Un problema coronario muy común tiene que ver con la obstrucción de las arterias: muy poca cantidad de sangre puede pasar por ellas, o ninguna.

La meditación nos relaja y por lo tanto disminuye la velocidad de nuestra alma, nuestro cuerpo y nuestra mente. De la misma manera que se suspenden los pensamientos, se reduce la actividad dentro del organismo (si se detuviera, moriríamos, pero en algunos casos, los maestros más experimentados pueden llegar casi a suspender su respiración y el latido de su corazón). La sangre fluye por nuestro cuerpo más libremente, más lenta, pero con la oportunidad de llegar a cada rincón. Así, los músculos se oxigenan mejor y se eliminan los dolores y las contracturas.

La respiración se influencia de la misma manera: se reduce su ritmo, tomamos bocanadas de aire más lentas, que ingresan más profundamente en nuestros pulmones, y que por lo tanto nos energizan mejor.

Reduce el dolor

La meditación reduce la producción de una enzima llamada lactato (que aumenta cuando los niveles de estrés son altos), además de disminuir el ritmo cardíaco y la presión sanguínea. Todo esto, sumado a las ondas cerebrales alfa, ha hecho que algunos hospitales utilicen la meditación como un método para reducir el dolor y fortalecer el sistema inmune de los enfermos terminales.

El dolor no es más que un estímulo creado por nuestro cerebro, que lo utiliza como forma de alerta: cuando algo funciona mal, duele. Así, sabemos que es necesario consultar al médico. La meditación influencia el funcionamiento del cerebro y modifica las reacciones químicas en su interior (que son las que causan las sensaciones). Al igual que la claridad mental aumenta durante la meditación, también aumentan las reacciones químicas placenteras, y así como la claridad permite una mayor autoestima, los cambios en el cerebro disminuyen las sensaciones de dolor.

Combate el insomnio y las alteraciones del sueño

Cuando vivimos muy tensionados, anhelamos poder descansar. Pero cuando el día termina y por fin nos recostamos, las tensiones que nos acompañaron durante toda la jornada siguen presentes en nuestro cuerpo y en nuestra mente. Las preocupaciones no siempre quedan en la oficina, y siguen atormentando a nuestro espíritu hasta altas horas de la noche.

Esto causa insomnio y, cuando por fin logra conciliarse el sueño, produce pesadillas o nos hace imposible alcanzar un estado de sueño profundo: quedamos en un estado más ligero, más vulnerable, al que cualquier estímulo externo (un ruido, por ejemplo) puede poner fin.

La meditación nos brinda durante la vigilia una calma, que se traslada al sueño. Se practica casi siempre en las primeras horas de la mañana, preparando así el cuerpo para las tareas físicas y mentales que tendrá que enfrentar. A lo largo del día, gracias a la claridad que nos brindó la meditación, gastamos energía en forma sabia y medida. Así, al llegar la noche estamos cansados, pero no agotados. Queremos dormir, pero no porque necesitamos relajarnos, no para poner fin al día, sino para completar el círculo que se inició a la mañana y poder iniciarlo nuevamente al día siguiente.

Regenera el organismo

La meditación nos ayuda a estimular la producción de nuevas células, pero también nos enseña a hacer mejor uso de ellas. Porque el relax que otorga no sólo elimina el dolor o mejora la circulación, sino que favorece el metabolismo del cuerpo en general, es decir, optimiza el consumo de sus recursos.

Los nutrientes que ingresan al cuerpo por medio de la alimentación, y el oxígeno que respiramos, son el combustible de la vida. Cada movimiento físico que hacemos, y también cada pensamiento que tenemos, implica que hemos consumido un poco de este combustible. Si nos tensamos, el consumo aumenta, pero no los resultados.

Vivir estresado es como vivir corriendo en círculos: nos movemos sin parar, pero no llegamos a ningún lado.

El principal beneficio de la meditación es, sin dudas, que nos lleva a consumir más inteligentemente este combustible. No lo aprendemos conscientemente, no tenemos que esforzarnos para gastar menos: es algo que hacemos instintivamente, cuando la mente está despejada, y el cuerpo, relajado.

El organismo humano tiene la capacidad de regenerarse solo. Las células mueren a cada instante, pero antes crean otra que la reemplace. La sangre recorre nuestro cuerpo, se limpia en el corazón y vuelve al ruedo. La energía vital se consume, pero no se agota. Al igual que el amor genera amor, de la misma manera que si ofrezco amistad recibo amistad, un cuerpo en equilibrio produce todo lo que necesita para funcionar.

Existen varias enfermedades que se producen cuando las células del cuerpo se enferman, y el organismo no llega a regenerarlas. El Mal de Alzheimer (que no tiene cura) es, por ejemplo, una de ellas.

Algunas teorías aseguran que el cáncer también. Y los males degenerativos, el envejecimiento prematuro y la pérdida de la memoria también tienen que ver con la degradación celular. Cuando ésta se evita, se reduce el riesgo de sufrir estas dolencias.

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