lunes, 26 de septiembre de 2011

APRENDEMOS A SER PACIENTES Y A TENER UNA VISION OPTIMISTA

 
 
Una vez que nos encontramos en equilibrio, descubrimos que el tiempo no es más que una categoría humana, que sirve para organizar nuestra agenda, pero que no tiene nada que ver con las emociones o la inteligencia.
El escritor checoslovaco Jaroslav Seifert (Premio Nobel de Literatura en 1984) escribió una vez que "el tiempo nos trata despiadadamente, no le importa nuestra tristeza". Y tenía mucha razón. Suena el despertador por la mañana y es hora de levantarnos, y de salir rumbo a la oficina para empezar a trabajar. Poco importa lo que sintamos en nuestro interior. Quizás esa mañana somos presas de una tristeza cegadora. O quizás todo lo contrario, y una alegría muy grande nos hacer estar distraídos. En cualquiera de los dos casos, no estamos listos para trabajar.
Por supuesto que no podemos romper todos los relojes del mundo y dictaminar que el tiempo es dañino. El tiempo es necesario: si tuviéramos todo el tiempo del mundo para hacer algo, muy probablemente no lo haríamos nunca. Pero cuando contamos con un tiempo reducido, cumplimos con la tarea.
La meditación nos ayuda a suspender el tiempo por un rato. Entramos en un estado donde no hay pasado ni futuro, donde las horas ya no corren. Es esta una de las razones por las que nos brinda calma: porque nos ayuda a escapar por un rato de la tiranía del reloj.
La claridad que la meditación nos brinda nos enseña a esperar tranquilamente. La solución llegará, tan sólo hay que aguardar por ella y estar atento para verla venir. Esto no es más que ser paciente. Porque paciencia es, justamente, lo que ganamos con la práctica de la meditación.
Nos brinda una visión más optimista
Le meditación nos permite lograr una claridad mental donde los problemas se relativizan. Las adversidades de pronto no parecen tan insuperables, sino todo lo contrario; atrapados en la polaridad del mundo tangible, no vemos que todo lo negativo tiene una contraparte positiva: los problemas tienen una solución, y si no la vemos están sólo porque algo nos ha cegado. Meditar quita el velo que está delante de nuestros ojos y nos ayuda a encontrar esa solución.
Además, la meditación aplaca la ansiedad y purifica los sentidos, agobiados por el trajín diario. Así, nuestra mente racional y nuestra intuición pueden percibir cosas que antes pasaban desapercibidas.
De este modo, aprendemos a confiar en nosotros mismos. En la calma que alcanzamos por medio de la meditación, nuestra capacidad de razonar y nuestra intuición se alían para mostrarnos el camino. Nos damos cuenta entonces de que no hay problemas que no podamos solucionar. Nuestra autoestima se eleva como un cohete.
Y ganamos, más que nada, una nueva visión de la vida, una que está cargada de optimismo. Ningún problema parece ya insuperable. Sabemos que hay una respuesta para toda pregunta y, pronto, pasamos a ser de una de esas personas que siempre ven el vaso medio lleno.
Vivir con optimismo es una forma de evitar que las energías negativas ingresen a nuestro cuerpo. Es un estilo de vida; es al mismo tiempo la solución de nuestros problemas y una forma de prevenir la aparición de otro en el futuro. Porque cuando nos sabemos hábiles, cuando confiamos en nuestra inteligencia y nuestros sentidos, si contamos con una auto-estima alta, los altibajos de la vida nos parecerán justamente eso: altibajos, baches temporales, pequeños obstáculos.
Nuestro Ser interior conoce el secreto para superar cualquier contrariedad. Meditar es permitirle que nos los diga.

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