lunes, 26 de septiembre de 2011

LA IMPORTANCIA DE LA MEDITACION

 
Las personas somos todas diferentes. Es imposible encontrar a dos iguales. Tenemos diferentes cuerpos, ideas, sueños, esperanzas, miedos, frustraciones, pasados e ilusiones. Sin embargo, hay algo que casi todas las personas del siglo XXI tenemos en común. Pero no se trata de nada positivo: es el estrés, la inestabilidad emocional, la falta de tiempo y de energía.

Según datos de las Naciones Unidas, el 50% de la población mundial vive en las ciudades, enormes centros urbanos que crecen sin parar, caracterizados por el tráfico, el ruido, la falta de espacio, de contacto con la naturaleza, y la abundancia de smog y contaminación ambiental. Un espacio donde los hombres y las mujeres, más que vivir, sentir, relacionarse y amar, corremos. Al trabajo, a buscar a los hijos a la escuela, a casa, a cumplir con los cientos de compromisos que hemos asumido.

Las agujas del reloj avanzan inevitablemente, y las 24 horas que tiene el día parecen insuficientes para hacer todo lo que está anotado en nuestra agenda.

Es enorme la cantidad de consultas médicas asociadas al estrés. Los dolores de espalda y en la zona lumbar, el reuma, las migrañas y jaquecas, las disfunciones sexuales, las úlceras y hasta las inflamaciones de las amígdalas muchas veces son causadas por el estrés. El daño que esta enfermedad puede hacer a nuestro cuerpo es muy grande, y es imprescindible tomar medidas para evitar que siga desmejorando nuestra salud física, emocional y espiritual.

¿Qué podemos hacer para lograr esto? Parecería que la única solución es escapar de todo aquello que nos estressa. Pero mudarse al campo no es una opción para la mayoría de las personas. Debemos seguir cumpliendo con nuestras obligaciones, en el marco de un ámbito urbano, ajetreado, incluso hostil. Entonces, es fundamental encontrar la forma de evitar que ese ajetreo ingrese a nuestro interior.

Mantenerlo lejos de nuestro corazón no es sencillo, porque nos rodea y está presente en todos lados. Pero no es imposible: la meditación es la forma de lograrlo.

Pero... ¿qué es exactamente la meditación? Pues bien, la palabra "meditación" proviene del término meditatio, que en latín antiguo se utilizaba para indicar cualquier tipo de ejercicios físicos o intelectuales. Es decir, sería "meditatio" tanto el Yoga como los aeróbicos, el Tai Chi Chuan como la natación.

Con el paso de los años, sin embargo, el significado de la palabra fue volviéndose más específico, y pasó a utilizarse como sinónimo "contemplación". Es decir que la meditación no es sólo un método de relax para escapar del estrés. Lo ataca, por supuesto, pero también nos provee armonía. Nos ayuda a contemplar en nuestro interior, y por lo tanto, a mirar con otros ojos al mundo, a los demás y a nosotros mismos.

La meditación es, al fin y al cabo, una herramienta para transitar por el camino del auto-descubrimiento. Y si sirve para contrarrestar los efectos negativos de las tensiones del mundo moderno, es porque justamente es un método de introspección y conexión con nuestro verdadero Ser.

Meditar cada día es muy curativo porque la calma que trae es salud. De hecho, los médicos de hoy recomiendan cada vez más a sus pacientes practicar meditación, Yoga, Tai Chi Chuan o alguna de las diferentes disciplinas hasta hace poco consideradas esotéricas, para nada científicas y sin beneficios verdaderos sobre nuestra salud. ¿Por qué?, porque es necesario entrenar tanto el cuerpo como el alma.

Meditar no implica un gran esfuerzo físico, pero sí nos ayuda a concientizarnos de nuestro propio cuerpo. Cuidamos la respiración, experimentamos nuestro soporte físico desde la quietud y, una vez explorada nuestra finitud, nos lleva a concentrarnos en eso que algunos llaman alma, otros espíritu, y que no es más que nuestro Ser interior.

Esto nos ayuda a mejorar nuestra manera de concentrarnos, a ser más precisos a la hora de pensar, sentir y actuar. Además, mejora la calidad de nuestras relaciones y aumenta nuestra capacidad de comunicación. Gracias a todo esto, con la meditación aumenta:

• La claridad de nuestros pensamientos.

• La confianza en nosotros mismos.

• El equilibrio emocional.

• La capacidad de adaptarnos a los cambios.

Aunque hoy consideramos a la meditación como una práctica venida de Oriente, no existe únicamente en la filosofía de ese hemisferio: las prácticas monásticas y algunas plegarias cristianas, muy populares durante la Edad Media en Europa, pueden considerarse como formas de meditación. La oración, las plegarias, recitar el Padre Nuestro o el Ave María son técnicas cristianas y occidentales de meditación.

La diferencia entre la meditación originaria de Oriente y la que se desarrolló en Occidente es que en los templos de Japón, China o la India se utiliza el término "meditación" para describir el estado que se experimenta cuando la mente se libera de todo pensamiento, y nos alejamos del mundo material para encontrar no sólo al Ser único y completo que todos tenemos dentro (nuestra alma), sino para lograr la comunión entre ese Ser y una instancia exterior y superior. Algunos la llaman Dios, otros simplemente Divinidad, y también se la conoce como Universo, Energía Cósmica, Chi o Poder Divino.

En todo caso, se trata de la conexión con el mundo que nos rodea, con la gente que lo comparte con nosotros, y con nuestros deseos, miedos, amores, traumas, impulsos y sueños más secretos.

Vale hacer una aclaración: aunque la meditación nos lleva a concentrarnos en nosotros mismos, esto no significa de ningún modo que sea una forma de aislamiento. Buscar a nuestro Ser y conectarnos con él es una forma de interactuar más plenamente con el mundo exterior. Meditar pone límite a los problemas laborales, a las tensiones, a las discusiones. Inmersos en los problemas, no les encontramos solución. Alejando nuestra mente de ellos, los vemos en su verdadera dimensión.

Y al mismo tiempo, hacemos foco en todo lo que el mundo tiene para ofrecernos, y que generalmente perdemos de vista: los amigos, la familia. En fin: los afectos.

Una buena forma de definir a la meditación es como una forma de silencio. Porque meditar es detenerse, es limpiar la mente, es poner en "pausa", aunque sea por unos minutos cada día, el trajín de la vida moderna y conectarse con el Ser, la esencia de todo ser humano.

La meditación permite afrontar la vida con otra actitud. En calma, sin preocuparnos por el mundo real, tangible, nos aventuramos en nuestra alma. Y así, la meditación nos brinda claridad.

Claridad para ver la vida de otro modo. Para tomar decisiones difíciles. Para enfrentar problemas. Para salir al mundo cada nuevo día con una actitud positiva, seguros de nosotros mismos.

Una actitud que es también emprendedora. Porque la meditación nos da la energía que necesitamos para emprender nuestros proyectos y nos da una nueva perspectiva de la vida. Ganamos, así, efectividad, energía, optimismo.

Meditar, entonces, es lograr cumplir con todas las obligaciones que tenemos, y además, encontrarnos con nosotros mismos, ese extraño que se pierde entre las obligaciones, las preocupaciones y el estrés. Ese extraño que, gracias a la meditación, puede volver a hablarnos al oído y al corazón.
Sólo así, el ser humano florece.

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