viernes, 18 de enero de 2013

UN DIAMANTE EN EL CAMINO

Gudo era un maestro del emperador. sin embargo, solía viajar solo como un mendicante. Una noche en que estaba empapado y tenía destrozadas las sandalias de paja, reparó en cuatro o cinco pares de sandalias en la ventana de una granja y decidió comprar un par seco.
 
La aldeana, al verle tan mojado, le ofreció cobijo. Gudo acepto y le dio las gracias. Entonces la mujer le presento a su madre y a sus hijos. Al percatarse de que toda la familia estaba deprimida, Gudo preguntó qué les ocurría.
 
- Cuando mi marido gana en el juego, bebe y nos maltrata. Cuando pierde, pide prestado. Si está muy borracho, ni siquiera vuelve a casa.
 
- Le ayudaré - dijo Gudo - Aquí tienes dinero. Ve a comprar una jarra de buen vino y algo bueno para comer. Luego puedes retirarte. Yo meditaré.
 
El hombre de la casa regresó a medianoche, borracho y exigiendo comida. Gudo le contó cómo había llegado allí y le ofreció vino y pescado.
 
El hombre se mostró encantado. Tomo el vino y se tendió. Gudo se sentó a su lado y se sumió en la meditación.
 
Por la mañana, cuando el marido despertó, preguntó a Gudo, quien seguía meditando:
 
- ¿Quién eres tú?
 
- Soy Gudo, de Kyoto.
 
El hombre se sintió muy avergonzado y se deshizo en excusas ante el maestro del emperador. Gudo sonrió.
 
- Nada en esta vida permanece - le explicó - La vida es muy breve. Si sigues jugando y bebiendo no tendrás tiempo para nada más y harás que tu familia sufra también.
 
- Tienes razón - afirmó - ¿Cómo podré pagarte jamás por esta maravillosa enseñanza? Permiteme que lleve tus cosas a lo largo de un trecho.
 
- Si lo deseas - accedió Gudo.
 
Tras haber andado tres millas, Gudo le pidió que volviera.
 
- Sólo cinco millas más - rogó él, y siguieron adelante.
 
- Ya puedes regresar - le sugirió Gudo.
 
- Después de otras diez millas - replico el hombre.
 
- Vuelvete ya - dijo Gudo cuando las hubieron recorrido.
 
- Voy a seguirte el resto de mi vida - declaró el hombre.
 
Los maestros de zen modernos en Japón proceden del linaje de un famoso maestro que fue el sucesor de Gudo.
 
- Se llamaba Mu-nan, el hombre que nunca volvió sobre sus pasos.

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