jueves, 21 de febrero de 2013

EL MAL CARÁCTER SE PUEDE CURAR

Aunque el enojo se proyecte a los demás, suele obedecer a un descontento interior que conviene detectar y sanear.

Ser iracundo a tener mal genio no es una condición hereditaria. Más bien se trata de aprendizajes o patrones de conducta que se detienen del entorno, o de una falta de recursos para gestionar a adecuadamente los "incendios" personales.

A continuación se ofrecen algunas pautas para luchar con el enfado.

RESPETAR LA DIVERSIDAD

¿Crees realmente que los otros tienen que ser como tú?
Quizás ofreces o pides demasiado y las personas no responden como querrías. Decidir con quien vale la pena esforzarse y hasta dónde es una aprendizaje que ahorra decepciones y enfados.

NO ESPERAR DEMASIADO DE LAS PERSONAS

Ten expectativas realistas sobre la gente y de este modo evitarás sulfurarte a menudo.

MÁS HUMOR QUE PACIENCIA

El humor es un recurso tan eficaz o incluso mejor que la paciencia. Cuando alguien pretende ser demasiado paciente le es fácil encorajinarse. En ciertas situaciones, no tomarse muy en serio a uno mismo nos mantiene a salvo del mal genio.

PERCIBIR LOS INDICIOS

Aprende a detectar cuándo empiezas a enfadarte.

El psiquiatra Allan Santos, autor de "El libro grande de la PNL" suele decir:

"Hay que acabar con el dragón, cuando es pequeño"...

Muchos enfados nacen días atrás, cuando olvidamos señalar algo que nos disgustaba en aquel momento.

ACEPTARSE DE VERDAD

No hay por qué ser siempre la alegría de la fiesta. Ser un poco malhumorado no es grave si se es consciente de ello. Lo insoportable para los demás es cuando una persona, además de hacer gala del mal humor, no se acepta a sí mismo. Entonces entra en un círculo vicioso y puede convertirse en un cántaro de bilis

CuerpoMente

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