lunes, 26 de septiembre de 2011

ALCANZAR LA PLENITUD

La filosofía oriental nos asegura que la Divinidad no existe en un lugar alejado de la Tierra. Que para sentirse en comunión con el Universo no hay que morir e ir al Cielo. La esencia de la Divinidad está en todos nosotros, en nuestro interior.

El Universo, el mundo sensible (lo tangible, los objetos, la naturaleza, todo lo que podemos tocar, sentir y oír), el mundo intangible (los sentimientos, los afectos, las emociones, las relaciones con los demás seres humanos) y el interior del hombre están conectados. Una persona que conoce su Ser, que ha dejado que la polaridad de su mente se armonice, sabe relacionarse con los demás desde un lugar diferente al de las personas que aún viven atrapadas en la tensión entre la intuición y la razón, que no logran superarla y ver su síntesis.

Es una idea muy sencilla, pero iluminadora: si vivimos inmersos en los problemas y el estrés, proyectaremos negatividad y tensión hacia todos los que se nos acerquen; pero si vivimos llenos de paz y amor, nos vincularemos con el mundo desde la armonía. Y así alcanzaremos la plenitud.

Ahora bien, ¿qué es exactamente la plenitud? Es saberse uno con el Universo.

Es saber que existe un flujo de energía positivo y vitalizante que atraviesa todo, el tiempo y el espacio, y dejar que ingrese en nuestro cuerpo y nuestra alma.

Es levantarse cada mañana sintiendo que nuestra vida tiene un propósito, que estamos cumpliendo con la razón de la existencia humana: realizarnos como padres, hermanos, hijos, abuelos, nietos, empleados, jefes, mentores, amigos, amantes y compañeros.

Es estar lleno de amor y relacionarse desde el amor.

Es sentir que no estamos solos, que hay una Luz dentro nuestro que nos guía. Una Luz que es divina, celestial, que está llena de sabiduría y de paz.

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