lunes, 26 de septiembre de 2011

¿CUÁNDO MEDITAR?

Ya establecimos la importancia de meditar todos los días. Pero, ¿en qué momento del día?

Lo más recomendable es temprano por la mañana, inmediatamente después de despertarnos y antes de desayunar. Meditar es energizarse y por lo tanto lo ideal es hacerlo antes de enfrentar una nueva jornada.
 

¿Por qué tan temprano? ¿Por qué en ayunas? Porque el organismo humano se purifica durante la noche. Si logramos conciliar un sueno profundo y reparador, el cuerpo, la mente y el espíritu se relajan, recargan energías y se deshacen de las toxinas que produjo el organismo durante el día. Pero el estrés empieza a atacarnos desde muy temprano, en el mismo momento en que, ya vestidos, desayunando, empezamos a planear nuestro día.

La meditación es mucho más profunda y beneficiosa cuando se realiza en el único momento del día en que estamos realmente purificados y libres de energía negativa, y además nos ayuda a ponernos una armadura que evitará que los factores externos turben nuestro equilibrio interior.

En este punto es importante, una vez más, la constancia. El horario en que se practica la meditación debe ser el mismo todos los días. Meditar es, al fin y al cabo, como ir al gimnasio. La mente nos pondrá muchas barreras en nuestro camino hacia el auto-descubrimiento, se distraerá, seguirá generando ideas aún cuando busquemos librarnos de ellas, se dejará seducir por un ruido para romper nuestra concentración. La regularidad es una forma de sortear estos obstáculos: cuando se asigna una cantidad de tiempo específico a la meditación, la mente cede un poco y se relaja, porque sabe (aunque más no sea inconscientemente) que el resto del día estará activa. Además, temprano por la mañana, la mente aún no se ha despertado del todo y puede entregarse a la meditación con menor resistencia.

En cuanto a la duración de cada sesión, ésta debe ser igual cada jornada. Puede ir aumentándose poco a poco conforme nos vamos volviendo meditadores expertos. Generalmente, se inicia con una rutina de no más de 10 ó 15 minutos, que se irá prolongando casi por sí misma: al aumentar nuestra capacidad de concentración, cada ejercicio se alarga inconscientemente. De todos modos, se recomienda no exceder los 45 minutos de práctica diaria.

Los maestros orientales, por supuesto, pueden meditar por horas sin parar, pero lo que nosotros buscamos es energetizar nuestro cuerpo y preparar nuestra mente para estar activos todo el día, y los maestros, muy por el contrario, buscan entregarse a la serenidad y la inmovilidad eternamente, como forma de entrar en comunión con el Universo.

Quienes meditan temprano por la mañana hablan constantemente de los beneficios de este horario. El día se empieza con otro ritmo, sintiendo el cuerpo relajado y lleno de vigor, y la mente clara y despejada.

Es verdad que no resultará fácil al principio acostumbrarse a meditar tan temprano. Algunas personas afirman que no tienen tiempo para meditar durante la mañana, porque se despiertan y no tienen más de media hora para desayunar, prepararse, vestirse y salir para el trabajo. Y tienen razón: en esa rutina no hay tiempo para meditar. La solución es muy sencilla: deben levantarse más temprano. Lo que puede parecer aún más difícil, y sin dudas lo será las primeras veces. Pero después de algunos días, al ir notando los beneficios, se vuelve más sencillo hacerlo.

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