lunes, 26 de septiembre de 2011

LA MENTE EN BLANCO

Como ya se dijo, el objetivo de la meditación es encontrar a nuestro Ser interior, y esto sólo puede lograrse superando la polaridad de los dos hemisferios del cerebro. Ahora bien, lo que más nos distrae a la hora de buscar este equilibrio no es el entorno en que nos encontramos, los objetos que nos rodean, sino nuestras propias ideas.

El discurrir de la mente, los pensamientos, se suceden en nuestra Tiente en forma casi involuntaria.

El ser humano piensa, analiza, recuerda y reflexiona constantemente. Incluso cuando dormimos el cerebro se mantiene activo, por medio de los sueños.

Sentarse a meditar es asumir una postura especial, un mudra específico y un ritmo respiratorio lento, pero también es poner la mente en blanco. Suspendiendo el pensamiento llevamos la atención a nuestro espíritu, y más que pensar, empezamos a sentir la comunión con el Ser y el Universo.

¿Cómo podemos suspender el pensamiento? Con práctica. Las personas que recién se inician en la práctica de la meditación padecen la irrupción de pensamientos no deseados. Intentan poner la mente blanco y se encuentran con que la mente se niega a apagarse, y sigue produciendo ideas.

¿Qué debemos hacer entonces? ¿Rechazarlo? No: cuando reprimimos un pensamiento, lo único que logramos es que éste regrese con más fuerza. Lo que debemos hacer ante esta situación no es tratar de escapar del pensamiento, sino seguirlo.

Por ejemplo: estamos meditando y de pronto, nos damos cuenta de que lejos de concentrarnos en el silencio, estamos pensando en lo que debemos hacer esa tarde. Entonces, seguimos esta idea.

Repasamos la lista de cosas que se nos aparece. No la profundizamos, no la analizamos, sencillamente la dejamos ser. Una vez que repasamos todos los ítems, el pensamiento se diluirá otra vez. El truco está en seguir al pensamiento que se nos presenta, pero sin profundizarlo.

¿Por qué el pensamiento se resiste a ser suspendido? Porque a un nivel inconsciente, da miedo suspenderlo. Conectarse con el Ser interno es ver y sentir todo lo que somos en realidad. Y aunque que-rramos hacerlo, aunque en un nivel consciente sabemos que es lo mejor para nuestro crecimiento personal, los temores inconscientes no se dejan convencer por argumentos racionales.

El miedo más común es que una vez revelado nuestro verdadero Ser, no nos gustemos. Y en este juicio de valor pesan las expectativas (propias de y de los otros), lo que la sociedad nos ha enseñado, lo que nos dicen que debemos ser. El miedo a ser diferente, y a ser rechazado como consecuencia de esto, es muy paralizante, y lleva a la mente a crear distracciones que nos alejen del camino hacia el auto-descubrimiento. Podemos ejercitar la suspensión del pensamiento antes de empezar a meditar, de la siguiente manera:

1)  Nos sentamos tranquilos en el lugar donde meditaremos, sin asumir ninguna postura corporal en especial, y ponemos música (cualquier tipo, no importa, preferentemente una que no conozcamos demasiado bien).

2)  Escuchamos la melodía, la letra, los instrumentos, seguimos el ritmo. No cantamos ni nos movemos al ritmo de la música: simplemente la percibimos.

3)  Focalizamos toda nuestra atención en la música. No la analizamos, ni la tratamos de memorizar: tan sólo la sentimos.

4)  Puede ser que la música dispare una idea, o que nos traiga algún recuerdo. Debemos entonces dejar que este pensamiento sea, pero sin seguirlo, y una vez que se haya diluido, volver a concentrarnos en la melodía.

5)  Una vez que podamos escuchar una canción entera sin distraernos, habremos aprendido a dejar la mente en blanco.

La resistencia de la mente a ser suspendida va cediendo poco a poco, en forma gradual, y a veces errática. Si un día estamos muy calmados, relajados, sin problemas o tensiones, será más sencillo concentrarnos en la música y dejar afuera todo pensamiento. Pero si la noche anterior hemos dormido mal, si estamos bajo mucho estrés o con algún problema grave, será más fácil abstraemos del discurrir de la mente.

Es necesario, entonces, perseverar, y no rendirse ante los obstáculos que sin duda aparecerán.

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